lunes, 3 de octubre de 2016

Micieces de Ojeda. UNA LOBA EN LA MAJADA.







UNA LOBA EN LA MAJADA

Es la majada de adobe,
de barro y piedra rodada,
y con trozos de cristales
de botellas y ventanas
son protegidas sus tapias  
contra quien quiera asaltarlas.
Una puerta sola tiene,
grande, segura y compacta,
y un patio central abierto
da luz a cortes y cuadras
protegidas por paredes
y tejado a teja vana.
Aunque alejada del pueblo,
no está lejos la majada;
y aunque esté muy solitaria,
está muy bien situada
entre el camino y el río
y no en el monte tapada.
Nunca nadie le ha robado
ovejas a la majada.
Ni los lobos ni otras fieras
se atrevieron a asaltarla.
El dueño de las ovejas
ve segura su majada.
El pastor queda tranquilo
cuando cierra la manada
en el corral y en las cortes
con la puerta bien trancada.
Los perros duermen y sueñan
al calor de su cabaña.
Y las ovejas dormitan,
rumian, sueñan y descansan.
Aquel invierno fue duro
y el campo no tiene caza.
Huellas nocturnas de lobos
se ven todas las mañanas
buscando un resquicio o hueco
para entrar en la majada.

Merodean por la noche
y al amanecer se largan
que utilizan como casa.
Solo se queda una loba,
una hermosa loba parda,
que por su valor y méritos
es jefa de la manada.
Madre de cinco lobeznos,
la comida siempre falta
y ha de tener mucho ingenio
para cuidar su camada.
Lleva días acechando
que le oculta de curiosos
y le sirve de atalaya.
Y lo que ve cada día
mirando hacia la majada,
cada día se repite
y en su cerebro se graba:
el pastor abre la puerta
y las ovejas se marchan,
y aquellos temibles perros
también van con la manada,
mas la puerta se le queda
casi siempre mal cerrada.

El hambre y cinco lobeznos
a la loba hacen osada.
Cuando todo está tranquilo
y nadie puede mirarla,
la loba parda lobea
muy despacio entre las matas,
las hierbas y las linderas
y se cuela en la majada.
Sabe que es cuestión de tiempo,
de paciencia y de su maña,
y en lo oscuro de la corte
se oculta en montón de paja.
Al atardecer del día
regresa el rebaño a casa.
Los perros van a cenar,
el pastor la puerta tranca,
las ovejas se adormilan
y rumian amodorradas,
y la loba de la historia,
levanta bien las orejas
escondida entre la paja:
nada altera ya el silencio,
nada inquieta a la manada.
La noche es fría y tranquila:
es invierno y cae helada.

Lobeando muy despacio
da un bocado en la garganta
a una cordera muy tierna
porque  está la más cercana.
Sucede todo tan rápido
que no se rompe la calma.
Y aquella infeliz cordera
muere y ni siquiera bala.
La oscuridad de la noche
la sangrienta escena tapa.
Y la hambrienta loba come
las partes más delicadas,
más deliciosas y finas,
despreciando otras más bastas.
Sin hacer el menor ruido
por la corte se traslada
buscando más carne tierna
de cordera adormilada.
Y va repitiendo así
aquella sangrienta hazaña
y comiendo exquisiteces
escogidas a la carta.
Aúllan algunos lobos
en la noche ya cerrada:
tienen hambre y piden algo
y la loba aquella parda
decide que habrá que darles
algo de la su matanza.
Con fuerza muerde en el cuello
a una corderita blanca
y la arrastra por la corte
y la lleva hasta la tapia.
Mas ¿cómo subirla a lo alto
y al otro lado arrojarla?
El hambre azuza el ingenio
hasta en las fieras más malas.
Y la vida fue maestra
docta de la loba parda.
Ovejas, pues, va matando
sin escoger y sin nada
y hace con ellas montón
junto a la tapia más baja.
Las vivas se arremolinan
sin adivinar qué pasa,
y la loba sin parar
ovejas y ovejas mata.
Cuando ya llega el montón
hasta el nivel de la tapia,
busca una cordera tierna
y, silenciosa, la mata;
la sube hasta lo más alto
y tras la tapia la lanza.
Un aullido suave y largo
es el signo de llamada
a los lobos compañeros
que forman la su manada.
Gruñidos suaves le llegan
desde fuera a la majada:
los otros lobos le dan
sencillamente las gracias.
Mas una sola cordera
no sacia el hambre atrasada
y ha de repetir el lance
más veces la loba parda.

El horizonte blanquea
y llegará pronto el alba.
Las ovejas, cara al día,
se sienten más asustadas
y balan tan quejumbrosas
que parece que lloraran.
Los perros algo se huelen
cerrados en su cabaña:
rascan inquietos la puerta
y gruñen, ladran  y ladran…
Mas la vida le enseñó
su ciencia a la loba parda
y comprende que ya es hora
de abandonar esta hazaña.
Se sube al montón de ovejas
que ella misma antes matara
y desde allí pega un salto
por encima de la tapia.
Como la tripa va llena,
no es un salto de olimpiada,
mas consigue su propósito
y escapa de la majada.
Coge un cuarto de cordera
que le sobró a la manada
y por senderos del monte
huye presurosa y rápida:
cinco lobeznos la esperan
hambrientos en su covacha
oculta en los Cotorrillos
que consideran su casa:
ella les lleva su leche
y comida en abundancia.

En esto abre el pastor
la puerta de la majada
y se queda obnubilado  
al ver la horrible matanza.
Suelta a sus perros pastores
y los azuza con rabia.
Mas los lobos han huido
y también la loba parda.

Nunca aclaró la leyenda
qué fue de la loba parda.
Pero la historia sí dice
que aquella vieja majada
nunca más guardó rebaños
y se quedó abandonada.
Y después de mucho tiempo,
de aquello no queda nada:
ni paredes, ni cimientos,
ni tan siquiera una raya
que sugiera donde estuvo
aquella antigua majada.
de que existió la majada,
aunque la gente ignorante
la quite hasta de los mapas.

Pues sabed que sí existió:
¡Las Corralejas se llama!


José Luis Rodríguez Ibáñez
─Agosto, 2016─




 





















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