¡UNA CASA EN
CALDA!
(JLR)
Ya
había anochecido. Todo el pueblo estaba en la ermita rezando el rosario, como
todos los días del mes. Era octubre, el mes del rosario. Bueno, todo el pueblo
menos los que todavía estaban trabajando, los que siempre llegaban tarde o los
que no llegaban nunca. En la ermita todos teníamos nuestro sitio, por grupos,
edades o sexos. Los niños estábamos adelante, los más adelante, rodeando el
altar y cerca de la Virgen. Rezábamos el soniquete consabido de avemarías,
santamarías, gloriapatris, padrenuestros… Y, de repente, alguien grita desde la
puerta:
-¡Una
casa en calda! ¡Una casa en calda…!
Y
todas las cabezas se giran hacia la puerta.
-¿Qué…,
qué ha dicho?
-Que
una casa en calda…
-¿Y
eso qué es?
Los
niños, yo creo que más, pero los niños seguro, no sabemos qué significa la
palabreja esa… Alguien dice que se está quemando una casa, que una casa está
ardiendo… La campana de la ermita empieza a tocar sin que nadie haya dado la
orden, pero toca con más impaciencia y más rapidez que cuando llama a misa o al
rosario… La gente se mueve, sale corriendo de la ermita, se atropella,
tropiezan unos con otros… Y los niños esperamos a ver qué pasa o nos metemos en
el barullo… Y salimos también y vamos… a donde va la gente. Huele a humo el
aire y todo el mundo se guía por el olor...
-¡Que
se está quemando la casa del tió
(sic, con acento en la o) Emiliano! ¡Está ardiendo el bar!
¡Ah,
ya nos enteramos de lo que pasaba: una casa está ardiendo! ¡Que se quema la
casa del tió Emiliano! ¿Y por qué no lo habrán dicho así de sencillo? Pero parece que la gente lo ha entendido y
todos van hacia allá.
La
niña corre a casa de su abuela, para ver si ha pasado algo, y estar más cerca
del incendio. Todos los mayores van corriendo con su herrada vacía, no van a
llevar el agua, que el río está cerca. Todo es revoltijo, nerviosismo,
inquietud… Y al pasar por delante de una puerta, el agua de una herrada se le
viene encima…
-¡Chiguita,
¿pero qué haces ahí en medio?
Ni
tiempo a contestar le han dado, ni disculpas tampoco, ni el clásico grito de
“¡agua va!”… Así que la chiguita va empapada a casa de la abuela:
-¿Pero
qué te ha pasado?
-Pues
que me han echado una herrada de agua encima al pasar por delante de la puerta
de…
Los
niños siempre de por medio. Y cuando llegamos, porque antes nos han tenido que
repetir nuestros padres que no nos acerquemos, que hay peligro, que…, bueno, lo
de siempre, los hombres y las mujeres ya han formado una cadena desde el río hasta
la casa en llamas, pasando las herradas de uno a otro para intentar apagar el fuego…
Menos mal que el río, el cuérnago, está cerca. Y echan y echan herradas de
agua… Pero aquello no hay forma de apagarlo. Deciden, pues, intentar proteger
las casas vecinas, que no se extienda más el incendio… Menos mal que el cierzo
a esta hora ya no es fuerte.
¿Y
los bomberos? No se puede contar con ellos. ¿Están en Herrera, en Aguilar o en
Palencia? ¿Quién lo sabe? ¿Y cómo se les avisa, si todavía no hay teléfono en
el pueblo? Alguien podría ir… ¿En qué coche, si no hay? Pues que se queme
buenamente lo menos posible… Se deshace la cadena de cubos, van cayendo tejados
y vigas, sigue ardiendo la casa, pero no pasa a otras… Es de noche, pero las
caras se ven amarillentas y rojizas.
Gente
hubo que aquella noche no durmió: se quedó vigilando por un por si acaso, no se
fuera a extender el incendio a otras casas…
A
la mañana siguiente, a la hora del recreo, (nuestra escuela estaba allí mismo,
a la vista de la casa quemada) ya estábamos los niños viendo lo que quedaba de
la casa: paredes derruidas, vigas humeantes todavía, alguna madera ardiendo,
restos negros… Y nosotros metidos en medio, hasta que alguien nos manda salir
de allí, por el peligro…
No
sé si en algún momento llegaron los bomberos, sí la guardia civil a la mañana
siguiente.
De
la casa no quedó prácticamente nada.
Pasaron
muchos años, más de medio siglo, y hablando un día de recuerdos del pasado, me
enteré de quién fue el del aviso aquel de “una
casa en calda”:
-Sí,
fui yo –contaba Teófilo Presa-. Venía de arar por la calleja y vi todo aquello
echando humo…, dejé las vacas a la puerta, unos 50 metros más allá, y fui
corriendo a avisar a la gente. Yo sabía que estaban en el rosario, porque era
octubre y había oído tocar. Así que me asomé a la puerta de la ermita y grité: ¡Una casa en calda!
-¿Pero
por qué en calda, si la mayoría no
sabíamos qué significaba esa palabra?
-
Porque se dice así cuando se quema una casa. Yo lo había oído en otro incendio.
Y la gente sí que lo entendió, que tocó enseguida la campana y todo el mundo
acudió de prisa a intentar apagar el incendio…
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