jueves, 5 de diciembre de 2013

LAS FUENTES DE MICIECES DE OJEDA (I)



INTRODUCCIÓN 
José Luis Rodríguez Ibáñez


Micieces es un pueblo con muchos manantiales y fuentes. Quizá entre todos ellos no constituyan un caudal grande de agua, pero están distribuidos en su término municipal de tal manera que por cualquier parte por donde vayas, hay un manantial de agua potable. Por el centro de cada valle o vallejo pasa un arroyo que recoge las aguas de la lluvia y que casi siempre lleva las de alguna fuente que está más o menos en su cabecera. Y cada arroyo suele mantener, hasta en pleno verano, su frescura y humedad dando de ese modo testimonio de que más arriba hay un manantial. Por eso podemos decir que Micieces es rico en manantiales, pero no en abundancia de agua. 




Entre fuente y manantial hay una diferencia que consta en el diccionario: manantial es cuando el agua brota de la tierra, sin más. Pero si ese manantial está preparado para beber o recoger su agua, es decir, tiene alguna obra que facilite su utilización, sin necesidad de que sea obra de albañilería, se convierte en fuente. No obstante, en el habla local ambas palabras de fuente y manantial se usan indistintamente la mayoría de las veces. Quizá porque se tiene la idea de que de todo manantial se puede beber. 












El aspecto externo del terreno de Micieces, su fisonomía, es el típico de la Ojeda: un terreno ondulado, sin valles profundos ni montañas altas, pero en continuo sube y baja. Recordemos que Ojeda viene de fogium > fogeda > hoyeda > ojeda: terreno de hoyos. (Ver “Para una historia de Micieces”). Que es lo que aparenta externamente merced a sus valles, vallejos y hondonadas. Y prácticamente en todos surge un manantial. 


En general, el suelo de Micieces es sedimentario. La parte superior y cultivable está formado por diversos tipos de tierras más o menos arcillosas, arenas y cascajos, con diferentes clases de mezclas, y mezcladas en diferentes cantidades, a las que agrícolamente se les suele llamar tierras sueltas y ligeras. En los valles existen tierras fuertes y gruesas, incluso muy arcillosas. Hay alturas, que los miciecenses llaman montes, que tienen una buena tierra de cultivo, y hay montes totalmente arcillosos y rojos, y en algunos es tan fuerte su tierra que apenas hay vegetación. La arcilla, tanto la del suelo como la del subsuelo, suele ser siempre tierra roja. Por algo una de las zonas limítrofes del pueblo se llama Ruyal (de rojo). 

















La capa de tierra cultivable descansa sobre otra más dura de arcilla. Por lo tanto el agua de lluvia es fácilmente absorbida por esta primera capa más externa, que es muy permeable, y llega hasta la arcillosa más dura e impermeable, y camina sobre ella haciendo sus propios veneros hasta que encuentra una rotura del terreno, o un fallo en la arcilla, o un desnivel adecuado, y sale al exterior en un manantial o fuente. Y lo mismo puede suceder con veneros más largos, que pueden venir de otras partes, incluso de la montaña o de detrás de las montañas. Los caminos subterráneos del agua, sus veneros, son inescrutables. (Y para aclarar algo: en el habla del lugar, la palabra venero significa cada una de las corrientes subterráneas de agua que dan origen a un manantial, fuente o pozo cuando sale al exterior). 


Cuentan (más bien contaban) los que vivieron tiempo ha que muchas de las fuentes de Micieces llegaban a secarse en verano, y sobre todo al final del verano, pero que ahora (en el ahora de ellos) no se secaban casi nunca, incluso las menos aguadoras. Y daban una razón muy lógica: la existencia de pantanos o embalses al norte de Palencia.













Pantanos/embalses de Palencia       -      Se inauguró el año   
  
Ruesga/Cervera                                                1923
Camporredondo “                                              1930
Requejada “                                                       1940
Compuerto “                                                       1960
Aguilar “                                                              1963
















Los que tienen más probabilidad de influir en el agua subterránea de Micieces parecen ser, por su situación geográfica, los dos de Cervera (el de Ruesga y el de la Requejada) y quizá también el de Aguilar. Y la opinión de nuestros mayores merece un respeto por estar basada en su experiencia. 


Pero esto ha ido cambiando desde hace años, y no se debe al cambio climático. Muchas de las antiguas fuentes y manantiales se han cegado, se han perdido o han llegado a su agotamiento natural. Parte de culpa creo que la tuvo el modo como se realizó la concentración parcelaria de hace años: lo llevaron todo seguido sin respetar, en muchos casos, los arroyos y hasta los propios manantiales. Por otra parte, desde que desaparecieron los rebaños, las fuentes y charcos más alejados del pueblo se fueron encenagando, cegando y cerrando y, en algunos casos, se perdieron hasta los sitios de las mismas fuentes. Es que los pastores eran los primeros interesados en que por todas partes del campo hubiera agua para sus ganados y, aunque fuese simplemente con la cachava, limpiaban el manantial. 










En Micieces no hay, ni ha habido, fuentes medicinales propiamente dichas. Todo el mundo sabía que el agua de algunos manantiales era muy fuerte para beber o había que hacerlo con cuidado en la cantidad; otros daban el agua siempre a la misma temperatura, fresca en el verano, y otros, siempre a la temperatura ambiental; el agua de alguno cocía muy bien los garbanzos, mientras que la de algún otro los dejaba duros; manantial había cuyas aguas eran tan calizas que cubrían con una capa blanca las hierbas de las orillas… Y las gentes que trabajaban el campo sabían cómo era el agua de cada fuente. Pero medicinal, lo que se dice medicinal, no lo era ninguna. De agua pura, limpia y clara sí, cuando el manantial estaba limpio, corría y no estaba estancado. En el pueblo se creía en el refrán aquel de “agua corriente no mata a la gente”. Y se practicaba, pues se bebía de cualquier fuente del campo, y más del río, con toda naturalidad y tranquilidad: por aquel entonces –muy entonces- no había apenas contaminación. 








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Himno a Micieces de Ojeda