MICIECES DE OJEDA: UN POCO DE HISTORIA
(PARTE 2ª)
(PARTE 2ª)
Por: JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ IBÁÑEZ (PEPE)
Para comprender muchas cosas actuales de un pueblo o de una nación, es necesario saber un poco de su historia, escrita u oral. La historia explica muchos porqués y ayuda a comprender el cómo somos, en cuanto pueblo o nación y en cuanto individuos. Tenemos unas raíces que, querámoslo o no, nos marcan. ¡Y malo será el futuro de un pueblo que ignora, olvida o tergiversa su historia, su pasado! La historia es maestra de la vida y nunca tiene por qué dividir ni enfrentar: está ahí, fue vida en su tiempo y puede ayudarnos a que el futuro tenga una esperanza de ser mejor que el pasado. Los datos e ideas que aquí figuran escritos, no son la “historia” de Micieces, pero pueden ayudar a comprender mejor el presente. ¡Ojalá!
TIEMPOS ANTIGUOS

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Guerras cántabras. |

No parece que los conquistadores árabes estuvieran mucho tiempo por estos parajes, ni que dejasen demasiados recuerdos y cultura en los pueblos de la Ojeda y de estas zonas de la alta meseta castellana, aunque sí se cuentan algunas leyendas y todavía suena algún que otro topónimo. A las tierras de la meseta, desde las montañas hasta el Duero, se les vino a llamar por algún tiempo tierras desiertas o abandonadas. Y durante años los conquistadores musulmanes las recorrían en sus incursiones guerreras, o aceifas, buscando alimentos, riquezas, esclavos y la gloria guerrera de matar cristianos.
Por otra parte, las zonas montañosas del norte se vieron superpobladas con todas las gentes que habían emigrado del sur (hay investigadores que dicen que fueron más de medio millón de personas las que huyeron a refugiarse en las montañas), y, como consecuencia lógica, pronto la escasez de alimentos empezó a notarse y el hambre no tardó en aparecer. Es entonces cuando los más aventureros deciden que hay que emigrar hacia el sur, a las tierras de más allá de la montaña, a la llanura, que se presentan a sus ojos como despoblada, ya sin gran peligro, fértiles y prometedoras. Y hacia el 814 (prácticamente un siglo después del inicio de la invasión árabe), aprovechando la debilidad del emirato de Córdoba, los primeros foramontanos salen de Malacoria y se encaminan hacia la Bardulia, que posteriormente se llamará y será Castilla.
Se les llama “foramontanos” por venir de más allá de las montañas, o por ser la avanzadilla que, al salir a la llanura, protege las montañas (ambas versiones tienen su sentido y validez). Y son, en principio, los descendientes de aquellos que huyeron ante la invasión árabe, a los que se añadirían gentes de otros pueblos: godos, astures, vascones, cántabros…

Estos pioneros se adueñan de las tierras simplemente por el sistema de presura, o sea, la tierra es del primero que la cultiva. Los reyes no se oponen a esta forma de apropiación, puesto que favorece sus propios deseos y aspiraciones: repoblar las tierras abandonadas y tener unas gentes que fueran el primer parapeto contra las incursiones musulmanas. A partir del 850 son los mismos reyes, y también los condes, quienes organizan este sistema de presuras, lo regulan y lo favorecen incluso con otorgamiento de fueros. Este hecho animó a muchos otros a emigrar y a establecerse en esas tierras de las que quedaban como dueños. Incluso muchos mozárabes huían de tierras musulmanas y se pasaban a las de los cristianos.
El año 850 marcó un hito en el fenómeno de la repoblación de esta zona: el rey de Asturias Ordoño I (850-866), junto con el primer conde de Castilla, D. Rodrigo, reconquistan Amaya, Monte Cildá (Mave), Ebur (castillo de Vega de Bur) y Saldaña, y repueblan sus tierras. ¡Casi siglo y medio había pasado desde la conquista árabe y huida de los cristianos a las montañas! Estos castillos y fortalezas dan confianza a los nuevos repobladores, que se lanzan en mayor cantidad y cada vez más hacia el sur, hacia la llanura y los valles más fértiles: organizan el territorio, levantan iglesias, recuperan molinos, labran las tierras, fundan pueblos… Así sucede en los valles del Burejo que después se llamará Ojeda, en los que surgen villas, caseríos y pueblos (unos todavía existen, otros desparecieron en la historia), tomando sus nombres del origen de sus primeros repobladores, del paisaje, de lo que producen con más abundancia, de la propia toponimia antigua o nueva, de algún santo o de la condición legal en que nacen.
Cuando los musulmanes estaban fuertes, aprovechaban para hacer sus correrías guerreras por las tierras cristianas, las aceifas. De modo que estos repobladores cristianos, fundadores de pueblos, cultivadores de la tierra y criadores de ganado, solían trabajar el campo con una mano en el arado y la otra en la lanza o espada, al decir de los cronicones antiguos, y siempre con la vista puesta en el horizonte por si llegaba el enemigo y, a la vez, en el castillo que les daba seguridad y defendía. Claro, cuando a los cristianos les era posible y se sentían fuertes, hacían sus propias correrías por tierras musulmanas.

(Continuará)
Los datos históricos y toponímicos está tomados, sobre todo, de:- F. Roberto Gordaliza Aparicio y Miguel A. Ortiz Nozal, “Boedo-Ojeda y Ribera: Apuntes de Historia, Arte y Toponimia”, Palencia 2004.
- Miguel A. Ortiz Nozal, “Apuntes históricos, Herrera de Pisuerga: Retazos de historia, Valle de Ojeda”, nº 97.
- vv.aa. Micipedia (s/f).
- Anónimo. Libro de Leandro (s/f).
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