¡ADIÓS A LAS CASETAS!
Pero el miciecense seguía teniendo un cariño especial a su era. O quizá desconfiaba de los adelantos técnicos para la labranza y no veía el futuro claro. El caso es que llegó la concentración parcelaria (1962-64) y el pueblo pidió que las eras no entrasen en el reparto, por un por si acaso y porque estaban al lado del pueblo y podían servir de huerto. Y no entraron. Pero ya no eran eras ni servían de eras. Se empezaron a roturar, a arar y a cultivar como tierras de cultivo o huertos. Desaparecieron las eras, y tras ellas las casetas: ya no tenían razón de ser. Unas se fueron cayendo por abandono, otras se tiraron y se aprovechó el material que podía aprovecharse, y su sitio en la tierra fue arado y sembrado… Total que hoy quedan en pie solamente TRES en las antiguas eras. Y la del tio Pepín allá, camino del Indiviso.
Fuera del tiempo del verano y de sus trabajos, las
eras y las casetas cumplieron a lo largo de su existencia otra función
importante, aunque silenciada casi siempre: eran lugares de paseo, de
socialización, convivencia, conversación entre los miciecenses. Y esto, lógicamente, a muy diversos niveles
de acuerdo a las edades e intereses de
los individuos y grupos. Los niños: investigación, descubrimientos,
juegos. Los mayores: conversaciones sobre la vida, el campo, las cosechas… y
las cosas de los mayores, seguramente evitando la política. Los mozos y mozas
haciendo sus primeros, segundos, terceros… pinitos de descubrirse a sí mismos,
a las personas del otro sexo…, sus primeras conquistas…, las primeras, o más,
peladuras de pavas…
Para la niñez y la juventud no había abundancia de
diversiones, distracciones o entretenimientos. Cuando la cantina, que no bar,
tuvo una pianola, las tardes de los sábados y festivos eran más agradables para
la juventud. En otra época, otra de las cantinas puso baile con gramola o
tocadiscos. Pero si no, era cuestión de paseos en grupos mixtos, cada cual con
su cuadrilla, y terminaban a la sombra, o al remanso, de una caseta haciendo su
tertulia, que vistas desde la perspectiva del hoy, no parece que fueran muy
divertidas… Pero seguramente lo eran, porque no había otra cosa. Y más de un
enamoramiento, romance y boda nació a la sombra y remanso de aquellas viejas
casetas.
Puedes ver también:
- EN EL RASTROJO: LA SIEGA (I).
- EL FINAL DE AQUELLOS VERANOS.
Y más sobre Micieces en: CONTENIDOS.
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